LA NIÑA NUEVA.
En primer año, si mal no recuerdo las clases con las que comenzábamos el día y hasta antes del descanso, eran las de Español con la pasita, historia con el profe Constantino, e inglés con el mister que no recuerdo su nombre (el de la baraja de solo reinas, ¿recuerdan?), talvez física, pero no estoy muy seguro - cuyo profesor o profesora ¡es un verdadero enigma!, ¡no recuerdo quien carambas nos dio clases de física en primero! ¡que barbaridad!, ¿no? - (por alguna razón “froidiana” lo habré borrado de mi subconsciente, de mi inconciente, de mi conciente, de mis cuadernos, de mis notas sueltas, de mis acordeones, de mis cartas de amor y de todo los demás).
En primer año, ya saben, ¡llevas todo impecable!: el corte de pelo reglamentario, los zapatitos bien boleados, los cuadernos y libros relucientes muy bien forrados, plumas azul, negra y roja, tu estuche de colores de madera Prismacolor, con todos lápices de colores como soldaditos con punta y formaditos en su estuche, tu resistol, sacapuntas, tu regla para marcar el margen de todos los cuadernos, etc., etc., en fin… vas ¡al puro tiro! (un saludo a mi compañera Paty que desde el primer hasta tercer año de la secu llevó la misma línea de orden, ¡que proeza!, ¡vientos!).
Cabe aclarar que, eso de que al principio del ciclo escolar, todos íbamos bien “armados” a la escuela fue la regla, la mayoría así lo hicimos, aunque conforme avanzaba el año, fuimos degenerando, y después poco a poco, ¡acabábamos transformándonos completamente!, terminando con un corte de pelo… digamos indefinido (entre escolar y el de moda –el de copetito y raya en medio con patillas en “v”, netamente ochentero -), los pobres zapatos acababan pidiendo… ¡no!... más bien rogando, SUPLICANDO… no una boleada, sino que les echaras aunque sea tantita salivita, para quitarles algo de tierra, los cuadernos y libros como barajas, (yo incluso finalizaba el año escolar, con un cuaderno de TODOLOGIA, era maravilloso, por que contenía una especie de colage de todas las materias, era como la Enciclopedia Británica, con un acervo de conocimientos e información ¡brutal!, por que igual te encontrabas notas de matemáticas, como de civismo, biología, español, también otras notas cuyo origen quedó siempre en la oscuridad, muestras de sustancias orgánicas como aguacate, o chocolate, habilitado también como directorio telefónico, y por si fuera poco, también era una compilación de ¡arte abstracto surrealista! que quedaba plasmado cuando se te chorreaba la tinta de la pluma vic en tu mochila, nommbree!!!... ¡guau! además ¡estupendamente rayoneado!, con vestigios de una infinidad de partidas de gato, timbiriche y laberintos).
Bueno, pero como decía, toda regla tiene su excepción, y la excepción fue precisamente, un compañero e integrante de “la flota de la quince”, que siempre fue fiel a su línea de desorden, a carta cabal, del principio hasta el final, el buen “Richard”, mejor conocido en los bajos mundos, como “el mala fama”; si, este valedor siempre fue un despapaye, era de un temperamento ligerón, es decir, todo le valía mmmm, mucho… yo creo que por eso sería uno de mis grandes cuadernos de la secu., por que existió una especie de complemento entre nuestras personalidades.
Bueno recapitulando, al comenzar el año escolar, en un principio me sentaba en la tercera banca contando de adelante hacia a tras en la segunda hilera yendo de la puerta hacia las ventanas del salón, tenia vista hacia una pequeña parte del corredor del edificio, y un buen ángulo de visión del patio incluyendo los árboles del centro como el hasta bandera, en lo que llegaban los maestros, comenzaba elaborar esas obras de arte abstracto en mis cuadernos nuevecitos, de repente alguien me preguntaba, ¿a ver, oye que es esto?, sí… era el “mala fama” que no se podía estar quieto y se paraba a cotorrear con medio mundo, se asomaba fuera de la puerta y entraba corriendo gritando ala vez: “¡¡Ahí viene el chispita!!, ¡¡Ahí viene la pasita!!, (historia y español, respectivamente) etc. etc.,
Uno de esos días, en alguna de las primeras clases que ya mencioné, sería la primera o segunda hora, fue interrumpida por un llamado a la puerta del salón, si era la subdirectora acompañada de una niña, cuya silueta delgada apenas alcance a ver mientras se habría la puerta, el profesor o profesora en turno, enseguida salió a entrevistarse con la subdirectora, cerrándose la puerta, - chin!!!, no puede enterarme bien del chisme -, transcurridos unos cinco minutos, entro el maestro o maestra dejando la puerta abierta, y abandonada, pues la niña titubeaba al entrar, sobreponiéndose después logrando pasar finalmente, para luego refugiarse en la pared.
Pues sí, la niña nueva ahí estaba... recargada en el muro gris verde, de grandes ojos negros, pelo largo recogido hacia atrás, tez morena y piernas largas y delgadas, y entre tanto era presentada como nuestra nueva compañera, ¡pues claro!, no falto una expresión de: ¡¡¡ quiero !!!, que fue de la misma voz que gritaba “¡¡Ahí viene el chispita!!, ¡¡Ahí viene la pasita!!, enseguida increpó el profe o profa, ¡quien dijo eso!, reinando entonces un gran silencio… luego agregó: ¡ que se pare a ver si es muy hombrecito!, el silencio hizo su imperio, nadie dijo nada… hasta que transcurridos unos segundos la frase retadora tuvo su respuesta, y pues… que se levanta de su asiento “el mala fama”, recibiendo la instrucción que se pasara al frente, invitación que también le fue hecha a la recién llegada.
Y ahí estaban ambos, frente al grupo, en una situación embarazosa, sus movimientos eran pesados, parecían como ensartados en el suelo; entonces continúo diciendo el profe o profa: “A ver compañero, de una buena vez dígale a su compañera, lo que le quiera decir, y no se ande escondiendo en el anonimato” (palabras mas, palabras menos, no las recuerdo con exactitud), entonces “el mala fama” con las manos dentro de las bolsas del pantalón, dirigió su mirada al techo como si contara los focos dispuestos en hileras, sin decir palabra alguna, solo respondiendo al regaño con una sonrisa notablemente nerviosa, Vale -la nueva compañera-, como se imaginarán, parecía semáforo en alto, se puso colorada, colorada, no sabiendo a donde dirigir la mirada, y todos, cosa rara en clase, estábamos boquiabiertos bien atentos a lo que sucedía al frente, con la interrogante ¿Qué le irá a decir el Richard a la niña nueva? (¿Qué chismosos no?).
El profesor (si…creo que era el “mister de ingles”), con tono grave y firme insistió, compañero hable, y ante el asombro de todos, el Richard balbuceó, quieres…, quieres… ser… ¿mi novia?, las mejillas de Vale estallaron, y con una voz apenas audible, evidentemente ante una propuesta así a bocajarro, en su primer día de clases ¡y en público! dijo: “no”,… Richard con una expresión en el rostro de “bueno lo intenté”, asumió un aptitud de liberación, (ya había hablado y salido de la bronca), regresando a su asiento, entonces el salón se inundó de murmullos, de toda clase, que iban desde la burla hasta el asombro,
Lo antes sucedido fue tema de conversación en los días siguientes, mas luego quedó en el olvido, la incorporación de la niña nueva al grupo fue rápida, se integró muy bien con nosotros, enseguida mostró su carácter amistoso y dicharachero, incluso por iniciativa de ella misma, en su casa se hicieron varias fiestas del grupo, y con el Richard, hasta donde yo se, continuó una gran amistad, curiosamente el lugar que Vale escogió para sentarse en el salón fue cerca del muro gris verde en el que alguna vez se refugio.
Dedicado a la Profesora Garfias, esperando su pronta recuperación.
Siempre quince.
Héctor Salgado Corona.