UN GUSTO VOVER A SALUDAR A LA MUY QUERIDA COMUNIDAD DE LA SEC 15, UN ABRAZO ALBERTO, NO TODO SON RECUERDOS GRATOS
NO…, NO SE ME PUEDE OLVIDAR.
Lauro Aguirre, maestro Tamaulipeco, nacido en Ciudad victoria, graduado en la tradicional Normal de profesores en 1904, Director General de Educación de Tamaulipas, un dato curioso es que fundó la primera escuela al aire libre en el país, cambia la vieja Escuela de Profesores a la Escuela Nacional de Maestros con bases pedagógicas de vanguardia para aquella época, fruto de un proyecto nacional de educación en la presidencia del General Plutarco Elías Calles (1924 – 1928), por el cual se pretendía crear nuevas generaciones de maestros, que llevarían sus conocimientos a los rincones mas apartados de todo el territorio nacional, era un proyecto ambicioso pues pretendía sustentar un desarrollo nacional, apostándole a la educación en primer término, llevando la ciencia, la técnica y el arte a las grandes masas del país. Un plantel se ubicó en la antigua hacienda de San Jacinto y otro plantel en el histórico Casco de Santo Tomás, actualmente ocupada por Escuelas del Instituto Politécnico Nacional, (datos obtenidos del programa radiofónico “Conversaciones Sobre Historia”, narrado por el Doctor Javier García Diego de fecha 14 de febrero de 2009, del Instituto Mexicano de la Radio)
Lauro Aguirre, así se llama la calle donde viví gran parte de mi vida, la recuerdo por allá del año de 1971, con su gran camellòn, calle dispersa, libre, con poca circulación de automóviles, llena de casas y vecindades con muros descarapelados, boticas con sus mostradores de madera, pequeñas recauderías, salones de belleza para las damas, peluquerías para los caballeros, panaderías, etc., se podría decir que era un lugar amable y sencillo, paralela a ella esta la Avenida de los Maestros, esta última definitivamente con mucha más actividad, pues estaba llena de escritorios públicos con mimeógrafos, papelerías, tiendas de uniformes escolares, y pequeñas cafeterías forradas en sus interiores con posters de Jim Morrison, de los Rolling Stones, de los Beatles etc., y en la esquina formada con la calzada México Tacuba, se encuentra en aquel entonces la flamante entrada del Metro Normal, en esta avenida transitaban estudiantes de la Normal de Maestros, y de las vocacionales y escuelas superiores del Poli ubicadas en el Casco de Santo Tomás, me parecía una calle alegre llena de juventud, donde bullían todo tipo de juegos y bromas, de sueños y esperanzas.
Por aquel 1971 tendría cinco años de edad, obviamente muchos de mis recuerdos de ese tiempo están totalmente borrados de mi memoria, tengo vagos flashazos o destellos de una que otra situación en particular, sin embargo en aquel año sucedió algo que jamás podré olvidar…
Talvez lo que podría agregar respecto de aquellos años (setentas), es que acompañábamos a mi mama a diferentes mandados, y era holgado y libre transitar por esas calles, recuerdo que sentía una gran felicidad cuando mi mama, a mis hermanas y a mí nos peinaba, nos limpiaba la cara y nos abrochaba bien los zapatos, enseguida buscaba su monedero y tomaba su bolsa de mandado, para luego salir de compras. Si, efectivamente, pienso que en aquellos años era un goce dar un paseo por esa arbolada calle, y mi mamá lo hacía muy orgullosa con sus tres querubines, tengo un vago recuerdo de esos paseos, me parece ver gente obsequiándonos un “buenos días”, de señoras sonrientes que se nos acercaban y nos daban el clásico apretón de mejillas (muy a nuestro pesar).
No recuerdo bien la hora, pero seria alrededor del medio día, y todo ese paisaje urbano cambió. Lo cotidiano dejo de serlo, de repente las calles antes mencionadas tenían un ritmo diferente, otro aire, otra atmósfera…
El orden ordinario de las cosas iba modificándose poco a poco, había mas gente en la calle, a lo lejos se podían escuchar consignas de una multitud, que paulatinamente se intensificaban y parecían provenir de la Avenida de los Maestros, los comercios gradualmente comenzaron a cerrar, se escuchaba el ruido de las cortinas metálicas azotándose contra el suelo de algunos locales, que mas bien parecían una especie de quejido, como avisos de que algo inesperado estaba por llegar.
Nosotros vivíamos en el número 15 de la calle de Lauro Aguirre, toda la palomilla del edificio al percatarnos de todo el movimiento que se generaba afuera, corrimos a la azotea, para no perdernos ningún detalle de lo que acontecía, podíamos ver sobre la Calzada México Tacuba, que alguno jóvenes se agrupaban poco a poco, y que no tardaron en invadir los dos sentidos de la calzada, alcanzamos a ver también, algunas mantas que ondeaban con la clásica imagen del Che Guevara, con su melena escapándose de su boina luciendo su estrella al frente, su barba medio crecida y su mirada fija como puesta en el horizonte, símbolo anti yanqui por excelencia, algunas otras ostentaban la imagen del caudillo del sur el gran Emiliano Zapata, Otros personajes se podían distinguir como Marx y Engels, también ondeaban la hoz y el martillo, en fin, todos esos símbolos que identificaban a la izquierda mexicana de aquellos años.
Sí, aquellas calles estaban totalmente transformadas, recuerdo los gritos de esa multitud de jóvenes que provocaban un gran estruendo en los alrededores, escuchándose: “EL PUEBLO… UNIDO… JAMAS SERA VENCIDO…, EL PUEBLO… UNIDO… JAMÀS SERA VENCIDO…” escuchábamos también los “HUELUM…, HUELUM… GLORIA… A LA CACHI CACHI PORRA…” de los estudiantes Politécnico y el “GOYA…, GOYA…, CACHUN CACHUN RA RA…” de los estudiantes de la UNAM, las voces sonaban fuertes y gallardas, me emocionaba su fuerza y temple, eran inconmovibles, pareciese que nadie las podría callar, no podía dejar de sentir un estremecimiento y un hormigueo por todo el cuerpo al escucharlas, (obviamente en esos momentos no era conciente de ello, pero en la actualidad me parece muy hermoso, que estas porras que muchas veces han sido una especie de canto de guerra en los partidos de futbol americano, entre los estudiantes del POLI y los de la UNAM, en aquella ocasión hayan sonado juntas hermanando a los estudiantes de estas dos grandes instituciones educativas del país, ciertamente con un desenlace mounstroso e irracional)
Para mas asombro nuestro, sigilosos y discretos, comenzaban a invadir a la calle de Lauro Aguirre, hileras de camiones azules, estos sin puerta, que trasportaban a un gran número de granaderos, todos ellos uniformados de azul, sus cascos con la careta de plástico transparente, tirando destellos de luz que les ocultaba el rostro, portando escudos y toletes en las manos; no parecían humanos, no tenían identidad, parecían cortados con la misma tijera, la mayoría de ellos permanecían quietos y sentados dentro de los camiones, su presencia era amenazadora e intimidante, el ambiente se tornaba turbio, porque de pronto comenzaron a circular patrullas de policía, automóviles particulares con gente mal encarada dentro, no lo recuerdo bien, pero tal vez comenzó a sobrevolar el área un helicóptero, era inusitado ver el gran despliegue de fuerzas policíacas en torno a un grupos de jóvenes estudiantes, al dirigir la mirada a los edificios vecinos, pude percatarme que invadían las azoteas y balcones, un gran número de curiosos, muchos de ellos adultos, que observaban todo lo sucedido con una aire de incredulidad, como si no les cayera el veinte de lo que estaba sucediendo, alguna vez oì decir a algún adulto, “ ojala que les rompan la madre a esa bola de greñudos revoltosos”, en ese entonces no comprendí el alcance de estas tristes palabras, ni la aptitud de quien las dijo.
Entonces Avenida de los Maestros, Lauro Aguirre, y la Calzada Mèxico Tacuba y sus alrededores, eran una especie de enjambre alborotado, donde circulaban todo tipo de gente: desde simples curiosos, personas que trabajaban normalmente, ayudantes en sus en sus bicicletas haciendo entregas, voceadores, vendedores ambulantes, camiones surtidores de refrescos, todos ellos cumpliendo con su trabajo diario, que inesperadamente se vieron atrapados en esa gran confusión que se generaba, y algo inusitado un gran numero de personas al parecer periodistas, con cámaras fotográficas y de cine, el ambiente se comenzó a tensar pues los contingentes de granaderos se incrementaba, y experimente una sensación de vació en el estómago, es una de las primeras nociones de miedo que tengo bien claras, recuerdo que mi mama me tomo de de la cintura y me bajo del balcón donde me encontraba trepado.
El edificio donde vivíamos a lo largo del patio tenía dos tragaluces y en uno de ellos nos encontrábamos jugando con mi vecino Andrés, en un primer piso, el juego por unos momentos nos distrajo de lo sucedido; de repente, escuchamos que por las escaleras se subían varios jóvenes, algunos de ellos subieron a la azotea, otros dos se detuvieron donde jugaba con mi amigo; los recuerdo muy bien, eran dos jóvenes delgados y de pelo largo, de unos dieciséis a dieciocho años, lucían pálidos y asustados, nos quedamos viendo a los ojos por unas fracciones de segundo, parecían estar buscando alternativas y en otras fracciones de segundo, decidieron tocar la puerta del departamento de mi vecino Andrés, abrió su abuelita, después de intercambiar algunas palabras con ella, esta los dejó alojarse en su casa.
De repente se escucharon gritos en la calle, el sonido de las ambulancias se te clavaba en los oídos, mi mamá con la voz quebrada me gritaba, me asomé del primer piso (vivíamos en la planta baja) al verme asomar no espero nada para subir por mi, bajamos los dos tomados de la mano, en el trayecto al departamento que ocupábamos, el patio lucia oscuro, entonces me di cuenta que el vetusto zaguán del edificio se encontraba cerrado, obstruyendo la iluminación que ordinariamente reinaba a esa hora en un día común, y mas aún, pude darme cuenta que había muchos extraños en el centro del patio, conversando unos con otros, con un notable aire de nerviosismo, entre ellos una maestra de la normal (que después sería mi profesora en primer año de primaria), ella como los demás “visitantes” pedía alojamiento junto con varios jóvenes, que igual pedían donde pasar esa desdichada tarde del 10 de junio de 1971.
Mi mamá se encontraba sola con nosotros en ese entonces seriamos cuatro hermanos, mi hermano Manuel era un bebé de brazos, tratamos de ayudar a mi mamá para sellar en lo posible las ventanas, las atrancamos con lo que pudimos y nos refugiamos todos en una habitación, nos mirábamos unos con otros, y hacíamos toda clase de preguntas a mi pobre mamá, ella tragándose su miedo trataba de entretenernos, nos comenzó a cantar. Mi hermana Angélica, (ella siempre ha sido muy perceptible y sensible), soltó en llanto, cuando se intensifico el sonido de sordos disparos y ráfagas de metralleta, yo me comencé a alarmar más, las cosas no estaban nada bien, y tendían a empeorar, sentía una especie de frió por todo el cuerpo, me estremecía al darme cuenta de cómo retumbaba el piso de manera frecuente (vivíamos en la planta baja) cuando la gente corría en la calle, no comprendía como una persona solo con sus pies podía hacer retumbar todo el suelo, eran carreras desesperadas, al fondo retumbaba ese viejo zaguán como un gigante tambor, cuando lo golpeaban pidiendo ayuda, otras veces no pude distinguir bien pero quizá era golpeado con la culata del alguna arma, a veces parecía que todo se calmaba, pero súbitamente se volvían a intensificar esos sordos disparos, seguidos de gritos, y esas agudísimas sirenas de ambulancias, incluso se comenzó a percibir un olor a pólvora, y a hierro o metal caliente, recuerdo que a mi mamá no le alcanzaban los brazos para abrazarnos a todos, por mi lado tenía un enorme temor, y la imagen en la mente, de que uno de esos granaderos que antes había visto, en cualquier momento entrara a la casa tirando la puerta a patadas y nos disparara a todos, pero eso nunca sucedió, sin embargo fue un martirio pensarlo a cada momento.
El tiempo se hizo eterno, frecuentemente mi mama checaba la hora en el radio, los muros del departamento que en un momento nos inspiraban protección, al llegar la noche comenzaban a asfixiarnos, cada lugar o cada rincón, nos parecía monótono, el encierro se hizo tortuoso, no lo puedo precisar bien, pero creo que por ratos nos quedábamos dormidos, tengo la vaga imagen de mis hermanas durmiendo por ratitos, en esa ocasión mi mamá no hizo de comer, no alcanzó a ir a mercado, y nos estuvo alimentando con galletitas y leche, o algo semejante, no lo recuerdo con exactitud. Ya sería muy entrada la noche, todo pareció calmarse, y comenzaron a llegar los jefes de familia de las casas, entre ellos, mi papá, bastante alterado, nos abrazó a todos, fue cuando mi mamá no pudo mas, y comenzó a llorar, toda esa fortaleza que mostró, al cuidarnos y consolarnos, de repente se derrumbó.
Yo no sabía o no tenía la menor idea de lo que acababa de ocurrir, pero aun a los cinco años de edad, era consiente y me daba perfecta cuenta, de que mucha gente acababa de morir en esas terribles horas, algunos o la mayoría siendo cazados como animales de presa, y también dilucidé que pudo morir cualquier conocido o incluso nosotros mismos, pues en varios departamentos que daban a la calle entraron varias balas perdidas, de verdad no encuentro palabras o frases para calificar esos hechos, y… perdonen, pero no entiendo la estupidez, de aquellos que tomaron esas decisiones, y menos aún la de aquellos que las acataron o ejecutaron …
No pude contener algunos sollozos, al redactar este texto, pues mis hijos son la viva imagen de aquellos muchachitos que fueron atacados de la manera mas atroz y cobarde, desde 1971 a la fecha tengo bien presente la mirada de ese par de jóvenes, ¡¡¡no se puede tratar así a los jóvenes ni a nadie!!!...
Yo se que a muchos de nosotros, los datos históricos nos parecen algo sobrados, incluso aburridos, pero me permití dar algunos antecedentes de ese gran profesor el Maestro Lauro Aguirre, al principio de este texto, (nombre también de la calle en la que viví muchos años de mi vida en su número 15), por que, de verdad, es contrastante ver por un lado la obra de ese gran personaje, que incluso fundó escuelas al aire libre, precisamente para dar educación a los niños y jóvenes del país, (un gobierno que invierte en la educación sus jóvenes asegura su futuro), y del otro lado ver como jóvenes estudiantes fueron atacados de la manera ya descrita, y estas dos posiciones contrapuestas, tienen como esenario un lugar común, los alrededores del Casco de Santo Tomás y la Escuela Nacional de Maestros.
Sólo que queda gritar en honor de esos jóvenes caídos el 10 de junio de 1971, un:
¡¡¡¡HUELUM…, HUELUM… GLORIA… A LA CACHI CACHI PORRA…POLITÈCNICO GLORIA!!!! y ¡¡¡¡GOYA…, GOYA…, CACHUN CACHUN RA RA…UNIVERSIDAD!!!!
Siempre quince.
Héctor Salgado Corona
Dedicado a la memoria de la Profesora Garfias
salgadoh966@hotmail.com