Una Sonrisa Eterna.
Dejo sus cosas botadas, la cama sin arreglar, un cuaderno desojado, su colección de revistas Connecte, sus dibujos de Lennon, su uniforme bastante maltratado, su vieja guitarra, pero con una sonrisa eterna me dijo que volvería, que no lo extrañara, que algún día juntos escucharíamos a los Beatles, a veces me pregunto donde habitará…
Aquel caótico día después del trabajo, llegué a la casa y pedí que me dejaran solo, avente los zapatos, apenas me dio tiempo de quitarme la corbata y aflojarme la ropa e inmediatamente me desplomé derramando todo mi cansancio, me sentía lento y pesado, solo con el ánimo de mantener la vista en el techo de la habitación, así estuve algunos minutos, mi única compañera era mi propia respiración, la luz se opacaba y desaparecía poco a poco, mezclándose entre la vigilia y el sueño…. el sueño… el sueño… el sueño… el sueño… el sueñoooooo…
En un estado somnoliento, no muy profundo, podía escuchar la voz de Lulú mi esposa, diciéndome, ¡Héctor acuéstate bien!, medio desperté para acomodarme mejor, ya mas aligerado, mi descanso fue tan completo que acabe sin ninguna noción o conciencia de mi espacio y tiempo…
De repente sobresaltado me volvía a despertar… algo me inquietaba, confuso me preguntaba ¿que estaba soñando?, los recuerdos se me esfumaban, solo eran una maraña de imágenes y sensaciones que me causaban sensación extraña, una leve angustia, sin saber la causa…
¡Ah!... ¡ya se por que estoy tan sacado de onda! -me respondí-, no he terminado la tarea de historia, pero… ¿y si se la pido a Duval?, no… no…., mejor la hago yo, en esas estaba cuando oigo que me llaman: ¡Héctor! ¿ya te levantaste?, si maaaa –contesté-.
Me acabe de cambiar, le gane la grabadora a Silvia y puse en un cassette de los Beatles, (las hermanas son muy latosas, oprimí el play, ¡hay Héctor ya vas a comenzar con tu escándalo!, -se quejó mi mamá-, le conteste que no me gustaba la música de los “menudos” que ponía Silvia, ¡hay má esas canciones me hacen vomitar!, Silvia contestó ¿Qué?... tus canciones de los Beatles, ¡ni les entiendes!, ¡huy que coraje!, le subí el volumen a la grabadora tratando de no escuchar a mi hermanita, ¡haaa¡.. esa rola de “revolución” de los Beatles ¡es la pura neta!, ¡el grito del Mc Cartney al inicio esta bien chido!, luego busque en la caja de los Corn Flakes la regla de regalo que venia, ¡huy ora vino en color azul!, tome apresuradamente mi desayuno.
Salí a la papelería a comprar una monografía para la tarea de historia, me encontré al Jaime con sus pelos lacios casi tapándole los ojos, ¡que honda wey, vamos con las biclas al puente!, aguanta acabo rápido la tarea y te alcanzo, ¿chi chin sino vas he? fue su despedida; me causaba emoción, esa sensación de bajar el puente con la bicla a toda velocidad, es chidísimo, a ver si no me la rompo hoy –pensé-, enseguida irrumpió mis pensamientos el estruendoso ruido del choque de envases de vidrio, frente a la tienda descargaban el camión de la Coca Cola, y recordé la corretiza de dos cuadras que nos pusieron el otro día los del camión, cuando con el Jaime nos volamos un chesco cada uno, mientras bajaban esas pesadas cajas, alguno de ellos se me quedo viendo, ¿me reconocería ahora?, entonces apresure el paso...
Bueno, recortamos aquí, pegamos allá, los títulos van de rojo, ¡listoooo!, el Constantino me va a tener que poner diez en la tarea por que ahora si me esmeré, guardé mis cosas, revise mi peinado y anuncié mi ida: ¡mamaaaá ya me voy!, ¿me das cinco pesos para el descanso?..., tome el dinero y me salí en friega, me da tiempo para irme a patín y me ahorro los veinte centavos del metro… caminando sobre México Tacuba me volví a encontrar al Jaime, que carcajeándose se burlaba de mi diciendo ¡Qué pendejo eres!, ¡aaah huevos wey! le contesté con desenfado.
La caminata a la escuela me acaloró bastante, llegando ya tenia el suéter amarrado a la cintura, todavía el Chori no abría la puerta de la entrada, la mayoría estábamos en la banqueta, deslumbraba el color blanco de los uniformes de los que les tocaba educación física, al llegar miraba hacia al frente buscando a una chavita de primero que me gustaba, sin ningún éxito, de repente viéndome sin el suéter y con los brazos raspados Joel me dijo: ¡ora que te pasó Salgado! y a la vez que nos saludábamos conteste: nada wey, me di un buen putazo en la bicicleta, iba bajando el puente y se me atoro una llanta con una varilla suelta… ¡y mocos que azoto con todo y bicla!, y riéndose me repitió la misma frase que el Jaime me había dicho hace unos cuantos minutos. Llegó Villafaña y Joel en tono de mofa le dijo: a ver “mala fama” enséñale a andar en bicicleta al Salgado mira como llegó, Villafaña miro mis brazos y solo se rió, compramos unos frutsy fríos y poco después Andrés gritó: ¡ya abrió el Chori!.
¡Huy que dolor! ponerse el suéter con las heridas de los brazos frescas, pero era necesario para poder pasar la revisión del Chori, ¡ah caray!, sentí que me jalaban el morral, era Villafaña que me decía: “haber presta”, ayudándome para que pudiera ponerme el suéter, habitualmente éramos de los últimos en formarnos para entrar, los rezagados ya pasábamos como fuera, el chori ya algo fastidiado, ya no era tan estricto en la revisión.
Desde que pasábamos por el estrecho pasillo antes de llegar al patio (nos sentíamos como gladiadores en el túnel antes de entrar a la arena del coliseo romano), por los altavoces ya se escuchaba la voz de la subdirectora, dando instrucciones para que se ordenara la formación de los grupos, de hecho ya nos tenia bien identificados por que casi siempre decía: “haber esos chicos del 25 dejen de estar jugando y fórmense”. Alguna vez dijo: “ a ver… ese niño… el de la mochila azul”, y alguno de nosotros grito: “el de ojitos dormilones” (en homenaje a Pedrito Fernández), y media escuela se hecho a reír, ganándole la risa a la sub.
Duval… ¿hiciste la tarea?, le pregunta Andrés, pásala no?, Duval accede… en lo personal pienso que Duval es a veces demasiado noble, siempre sereno con esa manera de hablar un poco extraña, y su mirada acompañada de una amigable sonrisa dibujada en su blancuzco rostro, sus cabellos y cejas rubios, lo obligan siempre a mirar con un ligero ceño, que le daba el aire de alguien muy reflexivo, algunos le dicen “el alemán”, para nosotros simplemente es el buen amigo Duval.
Me gustan las manos de la maestra de Geografía, de hecho es muy expresiva con las manos, en su clase siempre cuenta una gran cantidad de relatos sobre costumbres o hábitos de los diferentes lugares del mundo, ha realizado algunos viajes y varios de sus relatos son vivencias propias. Me agrada bastante el libro de texto de geografía, por la cantidad de fotos de paisajes que tiene, son mi fuente de inspiración para pintar algunos cuadros en artes plásticas, blancos glaciales en las montañas, caudalosos ríos, serenos lagos, el juego de colores de que se viste mar en una puesta de sol, etc. etc., algunas veces hago pequeños bocetos a pluma, para luego desarrollarlos en un cuadro a color. Aunque mi entusiasmo no es compartido por algunos de mis compañeros, porque en esta clase es en las que mas vuelan las bolitas de papel… bueno… mientras no sean con saliva...todo esta bien.
Sigue Historia, y como por arte de magia el salón se transforma, las risitas contenidas en la clase anterior ahora se transforman en abiertas carcajadas, y ante el gran barullo, hace su triunfal entrada el profe Constantino, hacía un calor endemoniado pero el profe siempre de traje, perleándole la frente de sudor, se para al frente del grupo e irrumpe en voz alta: “¡Jóvenes!... les invito a que hagan una profunda reflexión de su papel como estudiantes, y de lo importante que es, que guarden la debida compostura y seriedad en este salón de clases”, todo el grupo le interrumpimos con un fuerte aplauso, gritando ¡¡Bravo!!, ¡¡Urrra!! ¡¡Viva!!, alguno de nosotros le gritaba ¡¡si hasta parece diputado mairo!!, y las carcajadas no se hicieron esperar, se le encendía la cara y gritaba, ¡¡¡con ustedes no se puede!!!, enseguida abría su portafolio sacaba sus cosas y pasaba lista, ¿Ambris Asbell Adriana?... presente -contestaba-, ¿Beristain Gómez?... presente, algunos chistositos al pasarles lista contestaban: “si vine”, “aquí toy”, otros silbaban el clásico fuii fui fui fui fuiiiii (un silbidito mediano, tres cortos y el ultimo largo), y el agraviado contestaba ¡oooh maestro mírelo… dígale que se calme!, alguna vez Constantino alzó el rostro acomodándose las gafas para ver al gracioso y sentenció ¡González Peralta tiene un punto menos!, ¡ha! ¿y yo porque maestro? si yo no fui, -airadamente reclamó Andrés-, a la vez que miraba al verdadero culpable y sin delatarlo en voz baja le decía: “al rato nos vemos wey”.
Siguiendo el orden de la lista pasamos a la revisión del trabajo, el buen Constantino si apenas veía el cuaderno, pensé que posiblemente le era tan familiar el tema, que no tenia que leer mucho para darse cuenta si la tarea estaba bien hecha. Pero… ¡¡como!!… un ocho?... después de que me esmeré tanto… solo un #$&!#$%=& ocho????, por que????, no daba crédito, hice mi trabajo con la letra, lo mas clara que pude, puse los títulos en rojo, además de las ilustraciones de la monografía, lo enriquecí con mis propios dibujos, reclame oiga maestro ¿por que solo ocho?, su mirada se escapo de entre las gafas que casi tenia en la punta de la nariz, y me dijo: “porque puedes hacerlo mejor Salgado”, entonces me heló un poco la idea de que al hacer la tarea, al último me salte un tema del libro, porque me urgía salir a andar en bicicleta, la frustración de una calificación menor a la que esperaba se unió con el dolor que me causaba el roce del suéter con las heridas de mis brazos, y se me vino a la mente la frase que me había dicho Jaime y me repitió Joel…
Esta historia continuará…