Estamos en segundo, en el 22-M. Es un día ordinario que cuando crezca sabré que es único como todos los días que estuvimos en la quince. Nuestro salón está al nivel del patio, junto al del 21-M y junto a una sala que sirve como cooperativa, donde a las 11:15 hrs. se convierte en un corredor de bolsa, tipo Nueva York, o tal vez México, donde en lugar de acciones hay tortas, refrescos, papas, cazares, palomitas con chile piquín y muchas otras fritangas.
Vemos desde la fila el salón, lo tenemos enfrente. Yo no soy de los altos pero me gusta formarme hacia el final de la fila, un poco después de la mitad, porque se puede jugar un poco más y puedes ver lo que pasa en el bajo mundo. De hecho, hay una relación que es directamente proporcional a la posición en la fila, y quien sabe por qué, pero el del final de la fila suele ser de los mafiosos y de los más altos, mientras que los primeros son los menos altos y los menos desordenados. Aunque creo que para este segundo año, en mi salón, nadie es ordenado o disciplinado, bueno, excepto el Tweety.
Desde el piso de en medio nos indican que podemos avanzar al salón, deben de ser las 7:40 hrs. Entramos a nuestro salón y nos ubicamos en nuestros lugares, cada quien tiene su lugar y el mío está muy cerca del pizarrón y del escritorio. El salón es grande y está pintado de color gris con pintura de aceite, porque brilla, y está pintado desde el piso hasta la mitad, y la otra mitad de blanco. Hay una mesa de madera también pintada de color gris que sirve de escritorio y de mesa de torturas, que está en un nivel más alto para que todos puedan ver bien al profesor.
Nuestro asesor es el profesor Matus, un señor ya entrado en años, usa bigote y lentes, siempre viste de traje, su cabello está ya teñido en una buena parte de blanco, su tono de voz es golpeado y es poco tolerante con nosotros; es profesor de química y siempre reniega de que nuestro grupo no es como el veintitantos, pero hoy la relación entre profesor – alumnos 22M es buena, porque no lo sabemos, pero la semana próxima se va a enojar y va ir directo a la dirección para pedir que lo quiten como nuestro asesor.
Lo vemos entrar al salón y notamos que trae consigo unos instrumentos del laboratorio, una lámpara de alcohol, un soporte, una rejilla, dos cápsulas de porcelana, unos gramos de salitre, carbón y azufre. -Hoy haremos la práctica en el salón-.
Vemos que acomoda todo en el escritorio y puntualmente con su protocolo, pasa lista. Hoy vamos a ver las reacciones -dijo el profesor Matus-. Todos estamos al pendiente no de la explicación, si no de todo lo que había llevado al salón. Como un mago y no como profesor, explica y describe los ingredientes de una mezcla que prepara, una mezcla que empieza a tomar una tonalidad oscura; entonces, enciende la lámpara de alcohol e inmediatamente acerca a la flama el resultado de combinar salitre, carbón y azufre, todos nosotros nos tratamos de alejar pero el profesor dice: - No se preocupen, no pasa nada - . Cuando de repente, como si estuviéramos viendo una caricatura de la warner brothers, vemos una explosión que humea el frente del salón, escuchamos gritos de las mujeres, ¡todos nos levantamos para huir!, y al disiparse un poco el humo, aparece el profesor Matus con la única sonrisa que le vimos durante el año.
Fue nuestro asesor y nuestro maestro de química de segundo, y ahora, una de las personas que siempre van a estar en los recuerdos de todos mis hermanos del 22M, el maestro Matus.
Victor Sánchez Muñoz.
Generación 83-86. Grupo12,22,32 TM