Hector Salgado Corona Gen79-82 - El Azul

Estimado Alberto, espero que estes bién, hace unos dias te envié este texto para su publicación, pero por alguna razón creo que no te llegó, lo vuelvo a enviar corregido y aumentado, ojalá sea del agrado de nuestra hermandad como del tuyo, como siempre mi reconocimiento a tu labor e iniciativa, y de antemano gracias.

EL AZUL

El azul de este Blog es un azul padre, pero quisiera comenzar mi relato con un azul obscuro mas profundo, digamos un azul “íntimo” y “seductor” (¡¡orale!! ¡¡Que onda wey!!)… Pues sí, ese azul nocturno que inundaba la atmósfera e iluminaba el camino que seguías junto con los pasos de tu amada, al acompañarla a su casa al terminar las clases…
En la “secu” no fui muy noviero, incluso era bastante tímido con las chicas, sin embargo las experiencias con algunas compañeritas de la quince son inolvidables, como por ejemplo acompañarlas a la hora de la salida a su casa, (¡que aburrido!, no “compas”… ¡era solo el comienzo y toda una aventura!…)
Primero, pues ahí estabas esperándolas -siempre se hacen las interesantes, ya saben compañeros-, estabas pendiente del desfile de la salida de todos los grupos, ¡sí!, ahí solito tu y tu alma, nervioso y a la expectativa, (antes de esto, pues había una serie de antecedentes como lo son una cadena de notas o cartitas, que te pasaban las amigas -de la susodicha amada-, como una especie de “salvoconductos de guerra” -¿de sexos?- y que eran acuerdos previos al “gran encuentro”, esto le daba un sabor especial al asunto ¿no?), si…, para tal confrontación ya tenias “preparadas” una serie de frases bien meditadas, que al último increíblemente ¡olvidabas!.
…¿Cómo le iba a decir?... : un profundo: “Que tal”… no ….no comenzaba así… un espontáneo y fresco: “Hola”,… no… tampoco… (chavas de ayer, de hoy, de siempre, no saben que broncas pasa uno, en estos casos, de veras).
De pronto…
Después de una angustiosa espera, el mundo se detenía… ahí estaba ella (¡si! ¡la bien amada!), ¡era ella!, con sus ademanes femeninos, (curiosamente la falda “Príncipe de Gales” subida un poquito mas arriba de la rodilla de lo habitual), platicando, haciendo toda clase de ademanes, recogiéndose el pelo del frente de la cara, con una gracia exquisita e inolvidable, con esa mirada periférica, que no obstante tenía como punto de referencia a su compañera de enfrente, te dabas cuenta que podía registrar completamente los 360 grados al rededor, ¡¡en un instante, compañeros!! (son diestrísimas las mujeres para darse cuenta de todo lo que pasa en su entorno), de repente después de “escanear” todo su orbe, tenias su mirada frente de ti, ¡órale mi cuate!... (no, no lo dijo Chabelo)…, ¡orale mi cuate! Ahí vassssss, ¡como el Borras! no se con que cara, (habría que preguntarle a las compañeras), pero caminabas impulsado no se con que fuerza, hacia ella, y como sino nos conociéramos,…comenzábamos de cero…
Comenzabas con una platica incoherente, porque muchas veces, las respuestas que dabas no tenían ninguna relación con las preguntas que ella te hacía, o viceversa, en esos primeros minutos de conversación, todo se distorsionaba y el centro era el pequeño mundo que se formaba entre los dos, sentías las miradas de complicidad de tus amigos y las amigas de ella, el nerviosismo de tocar sus manos, del encuentro tan cercano de sus labios y su mirada, las sonrisas nerviosas de ambos, la plática de iba asentando poco a poco hasta que le proponías, de la manera mas “causal” que podías, mmmm por cierto…¿te acompaño a tu casa?..., y tenias como respuesta un también “espontáneo y casual”: bueno….si,…
En la noche el camino era fascinante, el transito vehicular en México-Tacuba y sus alrededores intenso y frío como siempre, con muchas historias perdidas, que van y vienen, se detienen y avanzan con el rojo y verde de los semáforos, algunas historias esperando el camión, otras bajando las escaleras del metro, y dos adolescentes entre ellas. En la noche las sombras de ambos se proyectaban ampliándose y estrechándose a lo largo de la calle y sobre los muros de las casas, a veces sorprendidas por las luces de los autos que transitaban, estas mismas sombras nocturnas mimetizaban a ambos bajo la oscura sombra de los árboles.
El azul con el que quiero terminar este relato, es un azul claro, como el de los sentimientos de un chico de secundaria, que vive para no olvidar.

Siempre quince.

Héctor Salgado Corona.
salgadoh966@hotmail.com