José Manuel Muñoz Nambo Gen86-89 - Nambo

Hola y buen día, señor Alberto Mastache. Ha sido toda una alegría enorme haberme encontrado con un blog de mi entrañable escuela secundaria. Iniciativa que le agradezco mucho. Mi nombre es José Manuel Muñoz Nambo, mejor y más simplemente conocido como Nambo. Pertenecí a la generación 86-89 en los grupos 13, 23 y 33v. A causa de lo ya podrá leer más abajo y que espero pueda ser posteado en el blog no guardo información ni recuerdo gráfico alguno de aquellos inolvidables años. Le agradecería mucho todo registro que al respecto me pudiese ser enviado por parte suya. Espero que el blog duré mucho tiempo para que en algún grado pueda realizar uno de mis presentes sueños: restablecer el contacto con muchos de los que fueron compañeros y amigos en tan nostálgicos años. Observo con desolación que apenas soy el primer de mi generación y grupo que levanta su manita en este blog que promete tanto. Espero que pronto aparezcan algunos más. Me despido por el momento con la ilusión renovada por volver saber de ellas y ellos.

Cordiales saludos.
Nambo.
nambo_soccer@yahoo.com.mx

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Nambo. Gen 86-89 Grupo 13, 23 y 33 V.

Recuerdo el día de las golondrinas, el de la despedida. Lágrimas en los ojos de chicas y chicos por igual, miradas de apaleados. Los abrazos sólidos, sentidos de un montón de compañeros que sin pudor alguno descubrían en sus rostros lo extraviados que se sentían. Yo observando el espectáculo con cierto disgusto, siendo parte de todo ello a mi pesar. Un collage de escenas, a mi parecer, excesivamente rídiculas, incomprensibles. Un punto final demasiado emotivo que se me antojaba incongruente frente a lo ordinario de esa experiencia de tres años compartidos.

Recuerdo que ya semanas antes de que se extinguiese ese tercer año yo contaba los días que faltaban para que viera su fin ese último ciclo escolar. Quería escapar ya de ese universo que me resultaba tan poco estimulante y que le hurtaba tantas y tan preciadas horas a mi vida. Lejos de las aulas los placeres me trataban como un consentido. La intensa vida estaba en casa, con los amigos del barrio. La escuela y sus soporíferas horas, la otra cara de la moneda, una realidad absurda, injusta, intolerable.

Sucede entonces que pasan los años desde áquel, para mí, refrescante punto y final. Mi adolescencia está dando sus últimos pasos a la par que, y muy sigilosamente, va acercándose a mí lo impensable: una punzante nostalgia por lo vívido en esos tres años de secundaria que ahora y quizás para siempre se han tornado en algo verdaderamente entrañable.

Lo insubstancial toma sustancia. Los partidos de fútbol en el recreo y las cascaritas en el salón de clase con un envase de frutsi atiborrado de papel. Los juegos de luchitas y las travesuras. Los codiciosos intercambios de material porno y las diabluras de calenturiento cuando nadie, o casi nadie, estaba en el salón de clase. Las vanidades y las envidias. Las simpatías y las antipatías. Las lágrimas del amigo cuando a tí y sólo a tí te confiaba algo de lo más personal. El impotente pudor de los que eramos menos afortunados y el brutal exhibicionismo de los que llevaban la delantera. Las preguntas y sus mentirosas respuestas. Las amistades anheladas y las desdeñadas. Las primeras emociones del enamoramiento, tan a menudo secreto. El sofoco de un deseo preso del silencio que cuando reunió la fuerza necesaria para tener voz tropezó con un no, suave pero dolorosa negación. La incomodidad de haber sido el objetivo de un deseo tal.

Y ya después el arrepentimiento, los arrepentimientos a muchos no y a unos cuantos sí. Ya después el torrente de los deseos a destiempo. Todo lo que pudo ser y no fue. La secundaria no eran horas muertas, era vida. Una vida que experimenté pero a la que no abrazé como hubiera debido. Me queda el dulce castigo de la punzante nostalgia.